El semáforo en rojo detiene a peatones que se miran a los ojos de esquina a esquina, mientras sus pensamientos esperando la luz verde se enredan, lamentan, odian, suman y se descuidan.
Alex está desesperado por la lentitud de los segundos del semáforo. Tengo que pagar hoy al personal. Si se me escapa este cliente ya no lo encuentro hasta que regrese de viaje ¿y el personal? Y Carmen que me va a matar si llego sin plata… Y la luz que se demora una eternidad en cambiar.
Del otro lado Miguel está delante de los demás peatones. Su mundo avanza a pie desde hace unos meses, cuando un infarto fulminante se llevó a su hermano mayor. Sabe disfrutar las pausas de cualquier tipo porque es una buena excusa para recordar. ¡Siempre fui torpe! Rubén fue un maestro al enseñarme el nudo de la corbata ¿qué más me habré perdido? ¿Por qué estudiaba tanto? ¡Qué tonto fui cuando le gritaba por el control remoto! Le daría el control, vería sus programas, le escucharía todas sus tonteras…que no cambie el semáforo. Me quedaría aquí toda la vida.
Doña Margarita marca con el pie el paso del tiempo. Tiene la bolsa del mercado sujeta en su puño. Algo no le cuadra con las cuentas. Pero si pagué la luz y eran ciento cincuenta y tres con cuarenta céntimos, entonces ¿por qué no me alcanza? Con ochenta soles no es suficiente para la semana. Y yo que me quería teñir las canas ¡Ya no la hago! Comeremos menestra pues. Para eso no tengo que ir hasta el mercado. La compro donde la Meche y me regreso a la casa. Para estar parada aquí perdiendo el tiempo. Mejor me regreso, por las puras voy a caminar.
Diana le ruega a Dios que el semáforo se demore. Hoy es su primera práctica de prótesis dental. El sólo imaginarse el mal aliento de sus pacientes le produce nauseas. Todo porque mi mamá no le sabe decir que no a mi viejo tengo que estudiar esta porquería de carrera. ¡Qué asco la boca de la gente! Y esta maletita con tanta plata en instrumentos que no pienso usar. Mejor los vendo y me lo gasto en ropa. No quiero llegar a la práctica. ¡Ay! Ya está en ámbar. Creo que me quedo otro rato más esperando por otra luz verde para que no me dejen entrar.
El choro disimulando estar apurado para llegar a algún lugar los estudia a todos. Ese flaco tiene cara de platudo, parece empresario. A veces tienen y a veces no, depende si han cobrado. Pero la tía va al mercado. Esas siempre tienen más de cien en su cartera. Lo malo es que gritan y hasta te arañan. Si se caen se les ve todo… ¡aj! ¡Ese que está pensativo! Pero tendría que meter la mano al bolsillo… Seguro que tiene el celular en el de atrás. La chica estudia medicina. A ver. Si pues, tiene la maletita. Allí si hay plata…
El policía ve al choro desde el otro lado. Este no me ha visto. A ver qué hace. Que cruce no más. En una lo atrapó. Está mirando a la chica…a la señora…al flaco…a ese que parece medio ido…todavía no decide… no me ha visto.
La luz cambia a verde. Miguel se queda parado mientras Doña Margarita avanza no muy segura. Alex casi corriendo llega a media pista. Diana da pasos lentos. El choro, fija su mirada en la maletita. Esta es la mía. Fuiste flaca. Diana ve acercarse al joven con aspecto sucio y la mirada oscura. Se da cuenta de que algo feo está por suceder. ¡Dios mío! Que no me haga nada… Seguro quiere la maleta, ¡que se la lleve! La deja caer en la pista y echa a correr. El choro la ve pasar a su lado lleno de sorpresa. ¿Y esta? De un salto llega hasta la maleta en media pista, la levanta y de otro salto llega a la esquina. El pecho del policía le impide el paso al choro. Lo coge del pescuezo y con las venas explotando por la asfixia deja caer la maleta. ¡Señorita! ¡Señorita! Todos los peatones le gritaron a Diana en un desafinado y heroico coro. ¡Noooooooooo! Pero al menos llegaré tarde. Dio la media vuelta, y con una sonrisa fingidamente agradecida, recibió del policía la maleta.
Ya no voy al mercado. Mucho choro. Doña Margarita regresó a casa. Alex ya estaba parado frente al siguiente semáforo tres cuadras más adelante. Otra vez ¿Cuánto dura la luz verde, ah? A Miguel le gustó esa esquina. Voy a contar treinta luces verdes y me voy. ¿En qué estaba? ¡Ah! Cuando reventamos globos de carnaval llenos de barro. El choro fue a parar a la cárcel por un día. Técnicamente me encontré la maleta ¿no? El policía volvió a la esquina para cuidar de los peatones mientras piensan y se descuidan esperando el cambio de rojo a verde. ¿Y ese de ahí? Debe ser otro choro, porque hace rato que no cruza. Voy a esposarlo…muy sospechoso.
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