Estoy haciendo los arreglos del velorio de esta vieja amistad ¡No sabes cuánto lamento esta pérdida! Mi desmedida soledad fue el callejón sin salida que cerró el paso a nuestras caminatas llenas de chismes y anécdotas en códigos inventados por el tiempo compartido. El apetito insaciable de un perrito faldero que nunca dijera no a tu mente infantil fue el puñal en el corazón que atravesó la frágil confianza que hacía latir nuestra comunión. Y un comentario torcido fue el viejo asesino en serie que sin dejar rastro la mató. Como entenderás y te pido disculpas de antemano, no existe una invitación con tu nombre para los servicios fúnebres. Estaremos solos el cádaver y yo habiendo aprendido que para algunos un buen amigo ya es una especie en extinción.
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