sábado, 6 de noviembre de 2010

Alcanfon

En un pequeño reino cuyo territorio está lleno solo de palacios y un bosque alrededor de ellos vivían cerca una de otra, muchas familias reales. Sin servidumbre, ni plebeyos, ni nobles, sin muchos lujos, solo los reyes y sus pequeños príncipes y princesas vivían en cada palacio.
Los palacios proporcionaban sombra, calor y protección del depredador, el terrible  Alcanfon, que se alimentaba con los cabellos de príncipes y princesas, y podía dormir bien solo cuando oía los fuertes gritos de los pequeños que habían perdido a sus familias y su pelo a mordidas.
Alcanfon era un monstruo con forma humana, calvo, cabezón y sin nariz, que vivía en los matorrales del bosque. Caminaba con ligereza y se mezclaba entre los arbustos del bosque y observando con cuidado a algún principito o princesita que se distrajera lo suficiente como para alejarse de los demás. Entonces los atraía con sus fingidos llantos mientras les suplicaba que lo ayudasen. Los pequeños caían en sus engaños, perdiendo el cabello a grandes mordidas mientras gritaban.
Cuando algún príncipe o princesa quedaban calvitos por el apetito de Alcanfon, su familia tenía que dejar el palacio antes de que anochezca, porque Alcanfon amenazaba con comerse al pequeño. Cuando la familia se iba, Alcanfon cerraba para siempre el palacio con las llaves que cuelgan de su cinto. La familia real huía lejos, pero no llevaba consigo al príncipe o princesa sin pelo, porque quedaban atrapados entre los matorrales del bosque y nunca más encontraban la salida. En la noche, los pequeños condenados gritaban muy fuerte sus lamentos, y entonces Alcanfon podía dormir.
Hasta que una noche, mientras Alcanfon dormía en medio de los gritos de los niños, las familias desterradas se aparecieron con un frasco lleno de piojos. Los pequeños príncipes y princesas tenían el pelo por debajo de la cintura por el hechizo que Alcanfon les puso antes de irse a dormir. Los piojos fueron soltados e inmediatamente encontraron las largas cabelleras y comenzaron a hacer su labor de reproducirse e infectar las cabecitas. Sólo había que esperar. En la mañana, cuando Alcanfon reunió a empujones a todos los niños, para hacerse su desayuno, las pequeñas manos en forma de garras se incrustaban en sus cráneos rascándose sin parar. Alcanfon comenzó a dar pasos hacia atrás, notó que se trataba de piojos. Los niños comenzaron a rodearlo hasta que Alcanfon quedó encogido en medio de ellos, cubriéndose el cráneo con los brazos. Un pequeño príncipe alcanzó a sacar las llaves del cinto de Alcanfon y se las clavó en la cabeza. En ese mismo momento, todos los piojos dejaban las pequeñas cabezas para comenzar a entrar por la boca de Alcanfon, porque seguían el olor a pelo que venía desde su estómago, y también empezaron a meterse por la herida hecha por las llaves en su cráneo. Las puertas de los palacios se abrieron todas al mismo tiempo, mientras Alcanfon moría.
Todos en el reino recuerdan esta historia. Las familias reales cuidan más a sus hijos, y los pequeños príncipes y princesas están más atentos y obedientes a las indicaciones de sus padres. Pero solo en caso de que alguien de la familia de Alcanfon pudiera venir a buscarlo y decidiera formar su dieta diaria a base de cabello de niños, hoy, todos en el reino de los palacios y sus familias reales, son calvos.
Fin

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