sábado, 27 de septiembre de 2014

La solución de Mamá

    Hace unas semanas cumpliste cuarenta y dos años. Este embarazo lo pasaste entre descansos y frecuentes citas con el doctor. El ser paciente de alto riesgo ha logrado que la ansiedad sea tu ama y señora durante estos últimos nueve meses  y que el temor sea el verdugo de tu equilibrio en los próximos años. Cuando perseguías tu título y los grados universitarios existentes y por existir, el tiempo te llevó la delantera. Estabas cerca de los cuarenta, sin esposo, sin hijos. Una solitaria vejez sería tu siguiente parada.
Pero como siempre, obsesionada con lo que no has alcanzado aún,  conquistaste el corazón maduro y solitario de un hombre que buscaba algo de compañía y el poder vivir en medio de ciertos lujos como recompensa por esos largos años de trabajo que pondrían a tus pies una vida cómoda y hasta despreocupada.
Alejandro llegó.  Has pasado cada minuto a su lado limpiando sus manos, desinfectando sus mejillas de los besos de su padre o de la abuela. Decidiste restringir las visitas para Alejandro, para que no afecten sus horarios de sueño o de juego. Quieres que sea perfecto porque en el  fondo sabes que tu esposo morirán antes que tú y Alejandro será tu compañero incondicional en la vejez.
¿Cuál es tu plan ahora que tiene que ir a la escuela? Tienes meses pensando cómo evitar que entre en contacto con los otros niños y con sus juguetes infectados, con las maestras y sus gérmenes que traerán desde sólo Dios sabrá  dónde.  
Astutamente convenciste a tu esposo de que Alejandro estudie en casa. Tengo que admitir que tu enseñanza es impecable. Los resultados en los conocimientos de Alejandro son más que satisfactorios.
Pero me sigue sorprendiendo cómo no te informaste sobre la pubertad ¿Creíste que toda la vida Alejandro sería pequeño? Ese ligero acné que le empezó a aparecer hace que  por momentos no quieras mirar su rostro.
Pero nada se compara a esa mañana en que asustado Alejandro te mostró su sábana manchada por una sustancia pegajosa que ya casi ni recordabas. Me dio tanta risa verte muda, avergonzada, desarmada. Tantos paseos, cumpleaños, invitaciones al parque que rechazaste para que en un abrir y cerrar de ojos Alejandro haya tenido en sueños toda la libertad y diversión que no le podrás quitar.
-Alejandro, esto está mal. Esto es malo. Esto le pasa a gente cochina y perversa ¿entiendes? Tienes que evitarlo como sea.
-¡Pero ni sé cómo me pasó mamá!
(Y ahora tu mente se pone a trabajar)
-¿Te acuerdas cuando en Historia Universal estudiamos a los eunucos? Que eran gente de mucha confianza y que tenían grandes responsabilidades, que eran ricos y muy fuertes ¿Te acuerdas?
-Más o menos- dice Alejandro vacilando.
-Creo que tú eres uno de ellos. Y esto que te ha pasado es la demostración de que si no procedemos a tiempo podrías perderte la oportunidad de ser un personaje histórico ¿entiendes?
-Más o menos- dice pensativo.
-Yo creo que esta semana no pasa para que seas un nuevo eunuco en el mundo. No te preocupes, yo me encargo.
Alejandro mira al piso. Sube la mirada hacia su madre. Recuerda que durante las clases mientras escuchaba las apasionadas explicaciones que ella le daba,  se preguntaba si estaría loca. Pensó que investigaría en el internet sobre los eunucos modernos y si es que existen aún. También recordó el día en que su padre le dio a escondidas la computadora portátil y las madrugadas en que ambos aprendían a usarla, mientras mamá descansaba de sus obsesiones. Y con tristeza supo que era el momento para que papá lleve a mamá a un lugar mejor. Era inevitable. Papá se lo advirtió.
-Disfruta a tu mamá mientras todavía este cuerda. Como habla sólo contigo, si no me avisas de cualquier cosa extraña que haga, no podré ayudarla, ni ayudarte, porque sinceramente hijo, no sé en qué terminará todo esto.
Y este tema del eunuco moderno le dijo a Alejandro que ya habías cruzado el límite. No supe si reír o llorar cuando tan ingenua aceptaste la invitación de tu esposo para ir al médico. Te veías muy chistosa. Tan pulcra, perfectita y segura, con el único pensamiento de encontrar a ese doctor que te hiciera el favor de castrar a tu hijo para seguir con tu proyecto de la compañía para tu vejez.
¿Ya te sientes mejor? ¿Se relajó tu mente? Has dormido casi una semana. No puedes recibir visitas. Tampoco tienes quién te visite. Alejandro y su papá prefieren estar lejos de ti y de tus ideas raras ¡Ay amiga! Creo que estabas destinada a estar conmigo,  tu  vejez solitaria.

Clb.

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