1 Hace unas semanas cumpliste cuarenta y dos años.
Este embarazo lo pasaste entre descansos y frecuentes citas con el doctor. El
ser paciente de alto riesgo ha logrado que la ansiedad sea tu ama y señora
durante estos últimos nueve meses y que
el temor sea el verdugo de tu equilibrio en los próximos años. Cuando
perseguías tu título y los grados universitarios existentes y por existir, el
tiempo te llevó la delantera. Estabas cerca de los cuarenta, sin esposo, sin
hijos. Una solitaria vejez sería tu siguiente parada.
Pero como siempre, obsesionada con lo que no has alcanzado
aún, conquistaste el corazón maduro y
solitario de un hombre que buscaba algo de compañía y el poder vivir en medio
de ciertos lujos como recompensa por esos largos años de trabajo que pondrían a
tus pies una vida cómoda y hasta despreocupada.
Alejandro llegó. Has
pasado cada minuto a su lado limpiando sus manos, desinfectando sus mejillas de
los besos de su padre o de la abuela. Decidiste restringir las visitas para Alejandro,
para que no afecten sus horarios de sueño o de juego. Quieres que sea perfecto
porque en el fondo sabes que tu esposo
morirán antes que tú y Alejandro será tu compañero incondicional en la vejez.
¿Cuál es tu plan ahora que tiene que ir a la escuela? Tienes
meses pensando cómo evitar que entre en contacto con los otros niños y con sus
juguetes infectados, con las maestras y sus gérmenes que traerán desde sólo
Dios sabrá dónde.
Astutamente convenciste a tu esposo de que Alejandro estudie
en casa. Tengo que admitir que tu enseñanza es impecable. Los resultados en los
conocimientos de Alejandro son más que satisfactorios.
Pero me sigue sorprendiendo cómo no te informaste sobre la
pubertad ¿Creíste que toda la vida Alejandro sería pequeño? Ese ligero acné que
le empezó a aparecer hace que por
momentos no quieras mirar su rostro.
Pero nada se compara a esa mañana en que asustado Alejandro
te mostró su sábana manchada por una sustancia pegajosa que ya casi ni
recordabas. Me dio tanta risa verte muda, avergonzada, desarmada. Tantos
paseos, cumpleaños, invitaciones al parque que rechazaste para que en un abrir
y cerrar de ojos Alejandro haya tenido en sueños toda la libertad y diversión
que no le podrás quitar.
-Alejandro, esto está mal. Esto es malo. Esto le pasa a
gente cochina y perversa ¿entiendes? Tienes que evitarlo como sea.
-¡Pero ni sé cómo me pasó mamá!
(Y ahora tu mente se pone a trabajar)
-¿Te acuerdas cuando en Historia Universal estudiamos a los
eunucos? Que eran gente de mucha confianza y que tenían grandes
responsabilidades, que eran ricos y muy fuertes ¿Te acuerdas?
-Más o menos- dice Alejandro vacilando.
-Creo que tú eres uno de ellos. Y esto que te ha pasado es
la demostración de que si no procedemos a tiempo podrías perderte la
oportunidad de ser un personaje histórico ¿entiendes?
-Más o menos- dice pensativo.
-Yo creo que esta semana no pasa para que seas un nuevo
eunuco en el mundo. No te preocupes, yo me encargo.
Alejandro mira al piso. Sube la mirada hacia su madre.
Recuerda que durante las clases mientras escuchaba las apasionadas explicaciones
que ella le daba, se preguntaba si
estaría loca. Pensó que investigaría en el internet sobre los eunucos modernos y
si es que existen aún. También recordó el día en que su padre le dio a escondidas
la computadora portátil y las madrugadas en que ambos aprendían a usarla,
mientras mamá descansaba de sus obsesiones. Y con tristeza supo que era el
momento para que papá lleve a mamá a un lugar mejor. Era inevitable. Papá se lo
advirtió.
-Disfruta a tu mamá mientras todavía este cuerda. Como habla
sólo contigo, si no me avisas de cualquier cosa extraña que haga, no podré
ayudarla, ni ayudarte, porque sinceramente hijo, no sé en qué terminará todo
esto.
Y este tema del eunuco moderno le dijo a Alejandro que ya
habías cruzado el límite. No supe si reír o llorar cuando tan ingenua aceptaste
la invitación de tu esposo para ir al médico. Te veías muy chistosa. Tan pulcra,
perfectita y segura, con el único pensamiento de encontrar a ese doctor que te
hiciera el favor de castrar a tu hijo para seguir con tu proyecto de la
compañía para tu vejez.
¿Ya te sientes mejor? ¿Se relajó tu mente? Has dormido casi
una semana. No puedes recibir visitas. Tampoco tienes quién te visite.
Alejandro y su papá prefieren estar lejos de ti y de tus ideas raras ¡Ay amiga!
Creo que estabas destinada a estar conmigo,
tu vejez solitaria.
Clb.
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