La nostalgia estaba volviendo loco a Diego. El insípido pollo solo le recordaba que tonto había sido al irse de casa. La sopa sintéticamente tibia no se comparaba con el caldito caliente de amor que muy tarde en la noche hacía que se apresure en medio de la garúa para llegar a su hogar. El café aguado no lo transportaba a ningún lugar, como solía ser, cuando recién pasadito, a media tarde, ella se lo entregaba, completando su hombría con algún postre entre dulce y ácido, exacto para disfrutar de a dos. Su orgullo lo convence entre bocanadas secas y desabridas, que no fue un error salir de casa. Este ahora es su hogar, un pollo insípido, un café aguado, una mujer que apenas conoce, con un bebé suyo por llegar.
clb
No hay comentarios:
Publicar un comentario